Este fin de semana, al igual que durante los últimos meses, hemos podido leer y releer informes, artículos y reflexiones que alertan acerca de la pérdida de empleo en el sector de la construcción – entendida como edificación- de las consecuencias de esta pérdida en el consumo individual y las repercusiones tanto en la economía de las empresas, en la recaudación por la fiscalidad subsiguiente y en la situación que podría provocarse por tanto en la vida de las familias españolas.
A lo largo de los pasados ocho años – casi diez- la construcción impulsó el crecimiento económico y la generación de empleo de nuestro país. Las ciudades ofrecían estampas plagadas de grúas, la legislación decidía que la liberalización del suelo era la panacea para poder acceder a una vivienda (en teoría, eso abarataría el suelo), los planes generales facilitaban la edificación dado que la gran demanda era la de vivienda y el entorno financiero aportaba el elemento definitivo: los bajísimos intereses permitían el endeudamiento masivo de las familias al tiempo que convertían los bienes inmuebles en el mejor refugio de los capitales y transformaban un bien social en una posibilidad de negocio – por cierto, no sólo para los grandes promotores, sino para cualquier persona que entendía que lo mejor que podía hacer con sus ahorros era invertirlos en comprar un piso, una parcela o un apartamento.
La historia es bien conocida: incremento exponencial del precio de la vivienda, revalorización continua del precio del suelo, déficit de vivienda pública, enormes ganancias en el sector inmobiliario con el desarrollo de empresas de grandes dimensiones y de enorme potencia inversora, aunque también la aparición de otras – muchas- que podríamos definir como “intrusas” atraídas por los beneficios casi inmediatos y cuya práctica laboral y profesional resultó más que discutible.
El sector, además, adoleció de una importante precariedad en la contratación mientras la ocupación del territorio provocaba algunos ejemplos dramáticos de desprecio ambiental y de pérdida irreversible de algunos lugares sensibles de nuestros entornos, sobre todo en el litoral. Esto último fue especialmente grave en Galicia; el descubrimiento de nuestras costas de una manera masiva desató una marea constructiva que llenaba bolsillos de ganancias y permitía a algunos municipios encontrar fondos que resarcieran sus arcas de un modo fácil y rápido.
Los escándalos y malas prácticas desde las diferentes administraciones, en especial desde algunos ayuntamientos, pusieron lo que faltaba para convertir la edificación en el objeto y objetivo de todas las críticas. Los promotores se convirtieron en sujetos de toda suerte de acusaciones, el urbanismo en sinónimo de corrupción, los ayuntamientos en sospechosos continuos de todo tipo de delitos y la construcción en la madre de todos los males.
En apenas un par de años los líderes de opinión pasaron de valorar como el futuro ideal un pueblo repleto de urbanizaciones costeras y su campito de golf a poner en cuestión cualquier modificación de planeamiento que se propusiera y bajo sospecha a todos y cada unos de los agentes involucrados en el desarrollo del mismo. De repente no había tertuliano que no fuera experto en derecho urbanístico, ni “opinador” que no conjugase el verbo “prevaricar” siete veces en cada artículo – por cierto, de ellas, en seis se confundía de delito- ni universidad que se preciase que no organizara una Jornadas en las que eximios juristas explicaban cómo era posible tal sucesión de fiascos y de felonías... aunque ninguno lograba explicar por qué tanta y tanta corrupción había logrado avanzar sin que quienes podían haber intervenido y pararlas no lo hubieran hecho y después de la denuncia pública de determinados sucesos se instruyeran investigaciones rigurosas.
Ahora la situación económica mundial da una nueva vuelta de tuerca al análisis del papel de la construcción en nuestra realidad socieconómica. Quizás no haríamos mal en aprovechar el instante y poner un poco de rigor en las reflexiones y los discursos que hemos venido haciendo. Veamos:
· Es cierto que el peso de la construcción en nuestra economía quizá haya sido excesivo durante estos años, pero no lo es menos que nuestro país llevaba años de retraso en el desarrollo de un sector que sigue siendo fundamental en las economías occidentales
· Es posible que dejemos de ver tantas grúas en las ciudades, pero no lo es menos que el incremento de las rehabilitaciones y el traslado de estas a todos los barrios de la ciudad consolidada – no sólo de los cascos históricos- permitirán el mantenimiento de una parte de los empleos y que estos sean de cierta calidad (se requiere una especial formación para la rehabilitación). En el cielo de París no vemos barrios enteros construyéndose, pero Sarkozy acaba de lanzar la rehabilitación y reutilización de parte de los suelos de La Defénse.
· Ha habido empresas y empresarios corruptos, irresponsables y poco profesionales, pero en Galicia hay magníficas empresas, grandes profesionales de la edificación y de la obra civil: arquitectos, promotores, aparejadores, ingenieros, constructores.. gente que lo hace muy bien y que deja la marca de Galicia en el resto de España y del mundo.
· Lo mismo se puede decir de la política; ha habido ejemplos de corrupción, pero la mayoría lo han sido de honestidad, transparencia y lealtad con el bien colectivo.
· Hemos vivido ejemplos de malas edificaciones, pero también grandes ejemplos de sostenibilidad, de responsabilidad energética, de usos de nuevos materiales, de creación y utilidad...
· Nuestra costa ha vivido agresiones intolerables pero también hay profesionales y empresas dispuestos a protegerla, vivirla y respetarla y hacer de ella un nuevo valor de país, económico e identitario.
· Cierto que deberemos readapatar el peso del sector en nuestra economía, pero cuando seamos críticos con la llamada “burbuja inmobiliaria” no olvidemos que sobre la construcción se generó buena parte de la generación de empleo, de nuestro papel de atracción de inmigrantes y de la capacidad de las familias para consumir. Habrá que redimensionar este peso, pero cualquier tentación de obviar su presencia es un grave error y desconocer la historia de la Europa contemporanea.
· Nada más verdadero que la necesidad de incrementar el peso de los alquileres y demás fórmulas de acceso a la vivienda, y que el número de “propietarios” es muy superior a la media de la Europa central y del norte, pero no es menos cierto que cada sociedad tiene una intrahistoria particular y que buena parte de las familias españolas sólo pudieron tener acceso a una propiedad en su vida: su piso. Fue algo más que un valor, fue “lo único de valor” para muchos ciudadanos y ciudadanas.
En definitiva, perdonad la chapa y el desahogo, pero en esto, como diría Don Mendo, tan malo es quedarse corto como pasarse. Y ni tanto campo de golf, ni tanta corrupción, ni tanto “ladrillo” ni tanta demonización de un sector crucial para un país.
Se aceptan quemes y reprimendas.
A lo largo de los pasados ocho años – casi diez- la construcción impulsó el crecimiento económico y la generación de empleo de nuestro país. Las ciudades ofrecían estampas plagadas de grúas, la legislación decidía que la liberalización del suelo era la panacea para poder acceder a una vivienda (en teoría, eso abarataría el suelo), los planes generales facilitaban la edificación dado que la gran demanda era la de vivienda y el entorno financiero aportaba el elemento definitivo: los bajísimos intereses permitían el endeudamiento masivo de las familias al tiempo que convertían los bienes inmuebles en el mejor refugio de los capitales y transformaban un bien social en una posibilidad de negocio – por cierto, no sólo para los grandes promotores, sino para cualquier persona que entendía que lo mejor que podía hacer con sus ahorros era invertirlos en comprar un piso, una parcela o un apartamento.
La historia es bien conocida: incremento exponencial del precio de la vivienda, revalorización continua del precio del suelo, déficit de vivienda pública, enormes ganancias en el sector inmobiliario con el desarrollo de empresas de grandes dimensiones y de enorme potencia inversora, aunque también la aparición de otras – muchas- que podríamos definir como “intrusas” atraídas por los beneficios casi inmediatos y cuya práctica laboral y profesional resultó más que discutible.
El sector, además, adoleció de una importante precariedad en la contratación mientras la ocupación del territorio provocaba algunos ejemplos dramáticos de desprecio ambiental y de pérdida irreversible de algunos lugares sensibles de nuestros entornos, sobre todo en el litoral. Esto último fue especialmente grave en Galicia; el descubrimiento de nuestras costas de una manera masiva desató una marea constructiva que llenaba bolsillos de ganancias y permitía a algunos municipios encontrar fondos que resarcieran sus arcas de un modo fácil y rápido.
Los escándalos y malas prácticas desde las diferentes administraciones, en especial desde algunos ayuntamientos, pusieron lo que faltaba para convertir la edificación en el objeto y objetivo de todas las críticas. Los promotores se convirtieron en sujetos de toda suerte de acusaciones, el urbanismo en sinónimo de corrupción, los ayuntamientos en sospechosos continuos de todo tipo de delitos y la construcción en la madre de todos los males.
En apenas un par de años los líderes de opinión pasaron de valorar como el futuro ideal un pueblo repleto de urbanizaciones costeras y su campito de golf a poner en cuestión cualquier modificación de planeamiento que se propusiera y bajo sospecha a todos y cada unos de los agentes involucrados en el desarrollo del mismo. De repente no había tertuliano que no fuera experto en derecho urbanístico, ni “opinador” que no conjugase el verbo “prevaricar” siete veces en cada artículo – por cierto, de ellas, en seis se confundía de delito- ni universidad que se preciase que no organizara una Jornadas en las que eximios juristas explicaban cómo era posible tal sucesión de fiascos y de felonías... aunque ninguno lograba explicar por qué tanta y tanta corrupción había logrado avanzar sin que quienes podían haber intervenido y pararlas no lo hubieran hecho y después de la denuncia pública de determinados sucesos se instruyeran investigaciones rigurosas.
Ahora la situación económica mundial da una nueva vuelta de tuerca al análisis del papel de la construcción en nuestra realidad socieconómica. Quizás no haríamos mal en aprovechar el instante y poner un poco de rigor en las reflexiones y los discursos que hemos venido haciendo. Veamos:
· Es cierto que el peso de la construcción en nuestra economía quizá haya sido excesivo durante estos años, pero no lo es menos que nuestro país llevaba años de retraso en el desarrollo de un sector que sigue siendo fundamental en las economías occidentales
· Es posible que dejemos de ver tantas grúas en las ciudades, pero no lo es menos que el incremento de las rehabilitaciones y el traslado de estas a todos los barrios de la ciudad consolidada – no sólo de los cascos históricos- permitirán el mantenimiento de una parte de los empleos y que estos sean de cierta calidad (se requiere una especial formación para la rehabilitación). En el cielo de París no vemos barrios enteros construyéndose, pero Sarkozy acaba de lanzar la rehabilitación y reutilización de parte de los suelos de La Defénse.
· Ha habido empresas y empresarios corruptos, irresponsables y poco profesionales, pero en Galicia hay magníficas empresas, grandes profesionales de la edificación y de la obra civil: arquitectos, promotores, aparejadores, ingenieros, constructores.. gente que lo hace muy bien y que deja la marca de Galicia en el resto de España y del mundo.
· Lo mismo se puede decir de la política; ha habido ejemplos de corrupción, pero la mayoría lo han sido de honestidad, transparencia y lealtad con el bien colectivo.
· Hemos vivido ejemplos de malas edificaciones, pero también grandes ejemplos de sostenibilidad, de responsabilidad energética, de usos de nuevos materiales, de creación y utilidad...
· Nuestra costa ha vivido agresiones intolerables pero también hay profesionales y empresas dispuestos a protegerla, vivirla y respetarla y hacer de ella un nuevo valor de país, económico e identitario.
· Cierto que deberemos readapatar el peso del sector en nuestra economía, pero cuando seamos críticos con la llamada “burbuja inmobiliaria” no olvidemos que sobre la construcción se generó buena parte de la generación de empleo, de nuestro papel de atracción de inmigrantes y de la capacidad de las familias para consumir. Habrá que redimensionar este peso, pero cualquier tentación de obviar su presencia es un grave error y desconocer la historia de la Europa contemporanea.
· Nada más verdadero que la necesidad de incrementar el peso de los alquileres y demás fórmulas de acceso a la vivienda, y que el número de “propietarios” es muy superior a la media de la Europa central y del norte, pero no es menos cierto que cada sociedad tiene una intrahistoria particular y que buena parte de las familias españolas sólo pudieron tener acceso a una propiedad en su vida: su piso. Fue algo más que un valor, fue “lo único de valor” para muchos ciudadanos y ciudadanas.
En definitiva, perdonad la chapa y el desahogo, pero en esto, como diría Don Mendo, tan malo es quedarse corto como pasarse. Y ni tanto campo de golf, ni tanta corrupción, ni tanto “ladrillo” ni tanta demonización de un sector crucial para un país.
Se aceptan quemes y reprimendas.
6 comentarios:
Los partidos políticos no han sabido, por sus propios intereses financieros, planificar el crecimiento del sector y adoptar las medidas correctoras necesarias.
Caperucita lleva varios años diciendo que vine el lobo,... y como no podía ser de otra forma, el lobo ha llegado.
Es sencillo, ahora, por parte de los políticos, como es habitual, hacer demagogia pero ha sido un problema anunciado que ninguna organización política ha querido hacerle frente.
La financiacióon de los partidos, la corrupción, etc., es parte del problema de la falta de un plan de futuro sobre este y otros sectores estratégicos en la economía española.
Además de las irregularidades, de lo puramente ilegal, que es condenable de por sí, hay una cuestión cultural.
Desgraciadamente son muchos los españoles, entre ellos los gallegos, y entre ellos los coruñeses, que han invertido gran parte de sus ahorros en ladrillo, ya sea como forma inherte de ahorrar o para sacarle cierto rendimiento ofreciendo pisos en alquiler.
Si sustituyeramos esa cultura de ahorrar en ladrillo, por la cultura emprendedora, es decir, usar los ahorros de alguien que ha tenido un buen salario durante muchos años, para iniciar un negocio que en un tiempo relativamente corto puede crear empleo.
Hay que recordar que son precisamente las pymes las que más crean empleo en España.
Si no se incentiva ese cambio cultural, el patrón de crecimiento no cambiará, si no cambia el patrón de crecimiento no podremos crecer en otros sectores, que es lo que necesitamos ahora, y desde luego no se puede sustituir todo el volumen de trabajo que absorvía antes la iniciativa privada, con obra pública.
No volvamos a construir autopistas fantasma... y no voy a citar casos.
Saludos. Miguel Nuñez.
No creo Xabier que debamos medir el potencial de la construcción como sector económico desde su vinculación con determinadas prácticas ilegales. La corrupción es un delito, sea en el urbanismo, en el comercio, en el transporte, en el mundo judicial o con el papel para imprimir el BOE.. Por desgracia ningún sector está a salvo. Quien está dispuesto a delinquir encontrará la manera de hacerlo, el medio de enriquecerse de manera fraudulenta y el mecanismo para sacar partido ilícito con su trabajo, hasta desde una ONG!.
Creo que tanto la obra civil como la edificación privada son sectores importantes en el mundo de la economía, bien entendido que es responsabilidad de la administración determinar los límites de los aprovechamientos, establecer prioridades y velar por la calidad del espacio público. Pero que haya malos ejemplos o malas prácticas o malos profesionales no puede impedirnos ver su potencial, y la necesidad de un desarrollo armónico pero también decidido de estos sectores.
Por otro lado, el desarrollo de las urbanizaciones costeras, sobre todo en Galicia, venían vinculadas a la idea de que este era un buen lugar de vacaciones, de segunda residencia, hasta para jubilarse. Y seamos sinceros, no sería una gran oportunidad para muchos de nuestros municipios?. Si los de León han llenado tradicionalmente la playa de Miño los fines de semana, no podría haberse convertido este lugar en un sitio de calidad para segunda residencia?. Y así otros lugares de la costa norte o de la costa da morte. El error fue pensar que eso era así a cualquier precio, que la cosntrucciòn indiscriminada de bloques cerrando la costa, casi pisando la playa era la mejor opción, cuando era una apuesta por lo insostenible, lo feo y por perder precisamente lo que los visitantes buscan, un litoral cuidado y un entorno natural de calidad, tal y como se había hecho en lugares de Francia, Italia o Irlanda (o incluso en Asturias o Cantabria, donde se había cuidado mucho más la edificación en los lugares costeros).
Galicia puede tener en el turismo, en la segunda residencia, uno de los yacimientos para que muchos lugares de costa o interiores tengan más oportunidades de desarrollo social y económico, pero sólo si lo hace cuidando lo mejor que tiene, su paisaje, su naturaleza y su potencial para un turismo de calidad.
En cuanto a la "cultura de la propiedad", es difícil de cambiar. Ni siquiera creo que haya que hacerlo o que el hecho de vivir en alquiler haga más accesible la vivienda en centroeuropa. En cualquier caso, es cierto que siempre resultaría más interesante la creación de pequeñas empresas, pero no lo es menos que, aunque nuestro país sí tiene una cultura emprendedora interesante, no todas las personas tienen entre sus prioridades o su vocación intentar un proyecto empresarial y que , en todo caso, su número es infinitamente menor de quienes tienen sus rentas del trabajo y procuran medios de ahorro o de asegurar su dinero sin tener que convertirse necesariamente en empresarios.
De todas formas es momento económico nos ofrece también la oportunidad de explorar nuevos sectores (energías alternativas, biomedicina, alimentación, tecnologías de la información, servicios personales..)que permitan diversificar más nuestra economía, generar empleo en distintos sectores y que este sea de calidad. Las crisis son también oportunidades, no?
Las justificaciones ex post facto (todos TODOS lo sabíamos que el boom inmobiliario se acabaría mas...nada hacemos hasta que no truena)de los analistas, de las personas de a pie, etc. son poco productivas, SI es cierto que hay quien puede actuar más sobre la realidad y PLANIFICAR dentro de un margen de maniobra relativo lo que se puede hacer. ¿Qué hacer?(mmmlenin) pues mucho me temo que como siempre ocurrirá, nos pilla el toro, como nos ocurrió y nos ocurre con una sociedad que parece que envejeció de un día por la noche al dia siguiente. Estoy de acuerdo contigo, Mar, PORQUE ES SIMPLISTA medir a "toda la clase política" por igual (sí hay en los anales de la historia reciente muchos "avisos a los navegantes" y declaraciones sobre lo que vendría postboom. Las opciones claro que son muchas, como dices, y la batalla (por Dios, desde que leíamos en el 83 los cuadernos sobre la administración local y el famoso reparto 50-25-25 no hemos conseguido llegar a que las administraciones locales tengan ese 25!!! entonemos el mea culpa también!)local por la financiación habría contribuido a que se viesen otras opciones de financiación...
En todo caso, creo que es bueno como dices que las cosas se midan en su justa medida, NI TODO EL MUNDO ES UN SANTIÑO ni todo el mundo es un corrupto. Dejemos los maniqueismos de una puñetera vez para otros modos de pensar y de construir sociedades.
Insisto en la demagogia, en general, utilizada por toda la clase política y, también, por la clase empresarial.
Disponer de planes, metódicamente organizados y de gran amplitud, para obtener los objetivos que el estado de bienestar demanda,tal como el desarrolo armónico de una ciudad, la investigación científica, el funcionamiento de una inudstria y el desarrollo de sectores estratégicos, eso es lo que yo , firmemente, creo debe hacerse y no se hace.
Actualmente, priman otros intereses que no creo que sea este el "foro" más adecuado para exponerlos y/o discutirlos.
El resto, Mar, es demagogia y "arte" política.
Tienes razón en lo que dices, Mar, es absurdo criminalizar un sector que acabaría igualmente frenándose por sí solo, sin embargo en lo que creo que no se estuvo fino fue en no coger el toro por los cuernos y ordenar mínimamente el crecimineto desde el principio (y que conste que era el PP el que gobernaba durante ese principio). El extraordinario desarrollo del sector de la contrucción estuvo presidido en todo momento por una enorme desidia de las administraciones públicas, encantadas todas ellas por el correlativo descenso del paro y las locales en particular por los incrementos de recaudación; probablemente nadie quiso tocar la gallina de los huevos de oro mientras ésta era fértil, por eso creo que la postura de Solbes ahora es del todo punto lógica: que se desinfle el sector y el gobierno a vigilar a distancia.
No obstante sí que se echó en falta una verdadera política de vivienda protegida bien en su vertiente compra o alquiler ya que el boom inmobiliario fue extraordinariamente injusto condenando a la esclavitud bancaria a multitud de proyectos vitales, y ello debería de haberse amortiguado por parte de los poderes públicos. Si tanta prisa hubo por aprobar desgravaciones fiscales para la adquisición de primera vivienda (algo que por cierto incrementó la demanda y con ello los precios) se echó en falta una política de desgravaciones para fomentar el alquiler, algo por otra parte esencial para fomentar la movilidad de los trabajadores. En fin, que de acuerdo con tu artículo, pero como siempre ocurre en España se podrían haber aprovechado mejor los años de bonanza.
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