“Para ser elegido es necesario haber sido derrotado; para
ser querido es preciso haber sufrido”. Quien así hablaba, François Hollande,
podría convertirse el próximo 6 de mayo en el nuevo Presidente de la República
francesa, en el contrapunto deseado a la señora Merckel y, de paso, en la gran esperanza de la
izquierda europea. El oscuro dirigente vencido en mil batallas, el “blandengue flamby”
como le denominó la derecha, el anodino excompañero de la brillante Royal
recorre estos días su país consciente de haber superado sus propias
expectativas y de que, como él mismo decía, acabarán amándole quienes, como
mínimo, le despreciaron.
Hollande es un resistente. Pero un resistente con ideas,
con iniciativa y que siempre supo que había un lugar en el futuro del
socialismo francés que le correspondía por pleno derecho. Tal vez por ello,
este hombre al que sus camaradas y la prensa enterraron políticamente mil
veces, no dudó en dar el salto cuando Strauss-Kahn, el antaño respetabilísimo Director
del FMI dejó enterradas sus oportunidades políticas entre las sábanas de un
lujoso hotel neoyorquino. Era 2010 y el socialismo francés recibía el enésimo
revés desde que Jospin perdiera en la primera vuelta frente a Le Pen. Hollande
presentó su candidatura entre el escepticismo de algunos y la sonrisa irónica
de muchos.
Cómo podía, el más
que discreto “fontanero” del PS, alcalde de una localidad de apenas 15 mil hbs
pensar en vencer a la Primera Secretaria, hija del mítico Delors, Martine
Aubry?. Cómo podía, aquél cuille molle
(sin agallas), como ella misma le llamó, ganar a la brillante economista, ex
Ministra y actual alcaldesa de Lille?. Hollande no se amilanó; habló de unidad,
apeló a la tranquilidad y al consenso, se rodeó de un potente equipo.. y ganó.
Ahora, Europa entera mira a Francia con curiosidad. La
izquierda mira a Hollande con esperanza. Cierto que el camino hasta el Elíseo
no parece sencillo. El Frente de Izquierda cosechó peor resultado del esperado
y tampoco la alternativa ecologista alcanzó un porcentaje relevante; pero sus
líderes, Melénchon y Eva Joly han pedido ya a sus seguidores que voten al PS
como barrera frente a Sarkozy y la extrema derecha. El todavía Presidente
radicaliza su discurso dia a dia, en una búsqueda desesperada del voto
frentista de Marie Le Pen, tras su magnífico 18%. El FN movilizó el voto de la ultraderecha xenófoba, de una gran parte
de los antisistema y a los votantes de antiguos feudos de izquierda, distritos
con población humilde y antiguos asentamientos industriales hoy azotados por la
crisis y el paro… los caladeros históricos de la extrema derecha, por otra
parte. Pese a todo ello, Hollande prosigue su discurso propositivo y
esperanzado: otra Europa es posible; otra salida de la crisis es necesaria
frente al déficit cero enarbolado por los conservadores que, a todas luces,
está frenando aún más la economía. Hay vida más allá de las recetas germanas.
La señora Merckel, al igual que los líderes conservadores
europeos, se negó a recibir, meses atrás, a François Hollande e intentó ningunearle
para impedir su proyección como estadista. Puede que la próxima vez que los
mandatarios de la derecha continental crucen el patio del Elíseo sea para
estrechar la mano de un discreto burgués de provincias convertido en la gran
esperanza de la izquierda del viejo continente.
1 comentario:
Forza para os socialistas franceses e quén nos dera un Hollande en España ou mesmo en Galiza.
Luis
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