EL ENTRENADOR DECONSTRUIDO

Mi padre tenía medio corazón blanquiazul y corazón y medio merengue, pese a que el hombre intentaba disimularlo. Así que, como todos los madridistas confesos y no confesos, rumiaba allá por los noventa aquella letanía para intentar conjurar el brillo maléfico del “dream team”… “Este Guardiola non é tan bon. Así tamén xogo eu… cando hai peligro pásalle o balón a Koeman.. e xa está”. Y tenía razón. Para Pep, aquél chaval que anduvo diez años de recoge pelotas, tener a su espalda al holandés rocoso era una garantía y le permitía iniciar el ataque de aquél sueño de equipo labrado por el “gran” holandés, Cruyff.

Fuera por madridista o por “memoria histórica”, cuando a principios de temporada el Barça de Guardiola no encontraba los mejores resultados, un insigne periodista de esta ciudad – y magnífico escritor que “cuenta” el fútbol como los maestros de la pluma – le dedicó al de Santpedor un demoledor artículo en el que profetizaba que lo de Pep era sólo imagen y diseño – eso sí.. del bueno – y que por aquél camino no pasaba las Navidades en Can Barça el "entrenador deconstruído", como le denominaba. Ya en aquél momento me pareció una pequeña osadía aventurar tanta ruina, y cuando pocos artículos (y muchos goles…) después, el joven cronista rectificaba, empecé a sospechar que Johan tenía sucesor.

Este sábado pasado Guardiola se metió – y metió al FC Barcelona – para toda la eternidad en la intrahistoria del Madrid. El resultado no sólo supuso una humillación sin paliativos, sino que dibujó, con la precisión de los números, la distancia sideral que hoy separa ambos clubes, tanto desde el punto de vista deportivo como del proyecto genérico. Pep llegó, arrasó y, como cada dia de esta Liga, limitó su entusiasmo en las declaraciones y volvió a poner de manifiesto que quien es humilde en la victoria es aún más sabio por ello que por ser vencedor.

Esta noche el Barça ha jugado uno de los peores encuentros de toda la temporada. Sin sus centrales del alma y con Henry tocado no fue ni la sombra de ese equipo brillante y rompedor capaz de hacerle cuatro goles casi a cualquiera. Casi… porque al Chelsea le ha hecho uno y en el descuento, pero qué gol…!. Fieles a su estilo, los de Hiddink comprendieron que su única oportunidad era matar el fútbol, regalar el balón pero no los espacios y repetir hasta la saciedad esa jugada maravillosa que Lampard y Drogbá bordan para desesperación de adversarios y comentaristas ávidos de regates y paredes mil.

Pero el dios del fútbol esta noche estaba allí, en Stamford Bridge, (cierto que también estaba el árbitro alemán al que yo propongo invitar al Bullí, ya!) dispuesto a echarle una mano al chaval recoge pelotas que un dia, desde la banda, soñó que jugaría en el Barça de sus amores y sería campeón. Hoy, el dios del fútbol se alió con el Guardiola capaz de plantar a su Barcelona cuando entendió que “su tiempo” había terminado, capaz de superar el infierno de aquél positivo por androlona y ganar la batalla legal y capaz de llevar a sus chicos a dos finales y encarar los últimos cinco partidos de Liga con el campeonato prácticamente en el bolsillo.

El dia 27 Pep estará en Roma, porque en un rechace Eto’o le pasó el balón “al que sabe”, Messi, y el niño vió que la última – la única – oportunidad estaba en los pies de ese extraño hombrecillo llamado Iniesta, que nos hace enamorarnos de nuevo del fútbol cada vez que toca un balón. Ganó Guardiola, ganó el Barça, ganaron los que tejen sueños con la pelota y los que nunca se rinden.

Estoy segura que cada una de las noches que restan hasta el encuentro con el Manchester, Pep recordará aquél 20 de mayo del 92 en que “el mejor lanzador de faltas del mundo”, el que le guardaba las espaldas, Ronald Koeman, le dio al Barça su primera Copa de Europa. Y estoy segura que tanto el joven periodista como los madridistas confesos – y los otros – hoy han sonreído y celebrado la victoria del fútbol con mayúsculas y de aquél chaval que soñó y ganó. Grande, Pep.