miércoles, 16 de julio de 2008

SE ACABÓ LA FIESTA...



Probablemente esta sea la frase que más artículos de opinión ha encabezado entre ayer y hoy al analizar la situación en que se encuentra una de las mayores y más emblemáticas inmobiliarias españolas, Martinsa-Fadesa. Y seguramente, ninguna expresión resultaría más clara y rotunda que esta a la hora de condensar lo que sin duda es algo más que una crisis, una sensación general de que algo ha cambiado de manera definitiva – o cuasi definitiva- en el sector de la construcción y de la financiación empresarial y privada.

La caída de Martinsa es algo más que la crónica de una ambición sobredimensionada, es el relato exacto de las claves profundas que distinguen esta crisis económica de otras: la desestabilización del sistema financiero y sus consecuencias en la falta de liquidez de todos los sectores productivos, especialmente de la edificación.

Cuando Fernando Martin compró Fadesa, adquiría algo más que una potente inmobiliaria, compraba sus activos, su enorme patrimonio en suelo - al margen de cuál fuera la situación legal en aquél momento y las perspectivas ciertas de dicho suelo- y sus inmuebles... o sea, compraba el aval para continuar financiando operaciones en el sector de la construcción. Y eso era lo único que se precisaba en aquél momento..

La banca hacía cola frente a las oficinas de las inmobiliarias, impulsaba tasaciones al límite – y más allá- y hacía posible la generación de una cascada sin límite de ganancias basadas, sobre todo, en la abundancia de liquidez. El dinero alemán, sin posibilidades de negocio en un país con un crecimiento practicamente al 1% durante diez años, fluía hacia las bancas de los países en crecimiento – España, especialmente- la construcción llenaba las arcas del Estado, el desempleo se convertía en posibilidades de “pleno empleo” y el consumo privado se disparaba.

En una España todavía con recorrido para su parque de vivienda y con enormes posibilidades para las viviendas de vacaciones el momento era la gloria. La construcción unida al turismo, la obra civil, la industria ligera y un sector primario en plena ebullición escribieron la historia de nuestro despegue económico. Pero la edificación vivía deudora de un caudal financiero sorprendentemente generoso. Era la gloria, pero hasta la gloria se acaba.

Hoy, la rueda gira al revés. La crisis energética, la demanda de los países emergentes, los precios de los productos básicos.. y, por encima de todo, la crisis financiera derivada de las subprime y el dinero-basura. La cascada viene revuelta y Martinsa no es más que un síntoma de esta situación. Ahora, es el momento de las propuestas económicas y sociales y de la acción para el Gobierno.

Como siempre en momentos difíciles, hasta el mercado vuelve la vista al Ejecutivo pidiéndole una intervención que en otro momento denominaría “intolerable injerencia”, pero es cierto que, para el conjunto de la sociedad, el Gobierno es especialmente necesario cuando pintan bastos. Y qué puede-debe hacer?. Probablemente lo que está haciendo y algo más:

- Actuar sobre los precios en aquellos sectores en los que es posible, para evitar que la inflación derivada del crudo y los productos alimenticios siga subiendo y haga inviable cualquier medida de apoyo a la población más necesitada.
- Apoyar a las familias y personas desempleadas económicamente, tanto consolidando las prestaciones por desempleo como ayudándoles a afrontar los gastos de los servicios indispensables (transporte público, educación..)
- Desarrollar programas de formación (y reformación) laboral para las personas que pierdan su empleo y pertenezcan a sectores de difícil expansión en este momento (construcción), en especial a la población inmigrante que necesitará un plus de ayuda para su integración en momentos de dificultad económica
- Apoyar el desarrollo de iniciativas empresariales en sectores como el de energías renovables, tecnologías de la información y la comunicación, sector primario y transformadoras... que fortalezcan otras alternativas productivas y puedan – en parte- generar empleo y permitan una cierta confianza al capital inversor nacional y foráneo.
- Poner en marcha iniciativas que permitan incrementar el parque de vivienda pública, en la línea de las anunciadas ayer por la Ministra de Vivienda, Beatriz Corredor, bien adquiriendo suelo a promotores que no pueden ahora desarrollarlo, bien abriendo programas de alquiler al que puedan acogerse viviendas privadas, facilitando la calificación de vivienda pública (ya realizado), facilitando la rehabilitación de viviendas y de espacios públicos..
- Generar ayudas económicas a las familias hipotecadas, como ya se anunció por el Presidente del Gobierno, para que puedan asumir los incrementos de las mismas.
- Potenciar sectores productivos de gran calado en España que deben resistir el momento económico que vivimos, como el turismo o el textil que pueden encontrar mercados y clientela en los países emergentes, con grandes poblaciones y nuevas demandas sociales.

Y sobre todo, el Gobierno debe generar confianza, entre los trabajadores, los empresarios, los inversores extranjeros... Confianza, no intentando la “doctrina de la negación” sino, como dijo el Presidente Zapatero en la clausura del Congreso del PSOE, porque la economía y la sociedad española del siglo XXI ya no son débiles ni autárquicas ni faltas de formación.

Hoy tenemos la experiencia de lo vivido, el valor añadido de una población con elevados índices de conocimiento, una generación empresarial con gran iniciativa y líderes en algunos sectores estratégicos y una administración pública con capacidad de diálogo y de llegar a consensos entre los agentes sociales. Explotemos, pues, nuestras fortalezas.

Allá por el 93, en un más que digno film – “Al filo de la duda”- que retrataba la influencia demoledora en las relaciones sociales que la aparición del SIDA estaba teniendo en USA, veíamos el rostro grave de Richard Gere repetir sin apenas esperanza “se acabó la fiesta”. Aquellos no fueron años fáciles pero al final la fiesta pudo continuar, aunque sonando otras melodías. Seguro que la frase ha venido como anillo al dedo, pero seguro que podremos llegar a tener otras fiestas económicas y, quizás, más duraderas incluso.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente el análisis del post. Sin embargo creo que con esta crisis se ha puesto también otra vez de manifiesto que el sistema económico internacional es muy inestable. No es la primera crisis de este tipo y parece que nos disponemos otra vez a capear la bajada del ciclo de la mejor forma posible olvidándonos de que el descontrol financiero internacional o la gestión inconsciente de los recursos naturales y energéticos provoca hambre y muerte en muchos países además de desempleo en occidente. No basta con pensar en futuras fiestas porque muchos no estábamos invitados a la que ahora termina y dudo que nos inviten tampoco a la siguiente. Por eso creo que además de gestionar esta crisis de la mejor manera posible es hora también de que la izquierda lidere un proyecto internacionalista que parece haberse olvidado, véanse sino los últimos desaguisados europeos. Menos mercado y más políticas públicas es lo que hace falta en mi opinión.
Un saludo.

Alonso81 dijo...

Muy buenos los puntos que se deberían seguir...

A mi lo de la crisis y tal, bueno, me resulta frustrante, pero por una cosa curiosa...Se dice que hay crisis, que el gobierno no hace nada...pero no se preguntan, de donde vendra esa crisis?...además es curioso, ver a gente pagando 2000 euros para ir ver a suiza un partido, a colas para comprar el iphone...no se, creo que si tan mal esta la cosa, pues lo ultimo es gastar en cosas "innecesarias"...pero bueno...
Tambien me frustra que el gobierno reciba golpes de todos lados, nadie se acuerda que con el PP el redondeo del euro perjudico al ciudadano, que con ellos habia crisis que se resolvian con decretazos...me parece mal que se ataque tanto a ZP(ahi se demuestra lo que pienso yo, si vas de buenas te van comer vivo, si vas de malas no te comeran, aunque yo, soy de ir de buenas), cuando con otros la gente apenas hablaba...un ZP que nunca se ha escondido y que sabe que los problemas se solucionan con calma, con decisiones firmes, consensuadas y posisitvas, NO con criticas o fórmulas mágicas...

Saludos mar, y de nuevo te digo que me gusta mucho tu blog...y tu peinado claro jeje

stingaliz dijo...

Todos nos echamos las manos a la cabeza y buscamos culpables a diestro a siniestro: el gobierno no ha hecho nada para desinflar la burbuja, las constructoras se han forrado a costa de los incautos que ponian su ilusión en la compra de una vivienda; los bancos -esos despiadados vampiros- nos han chupado la sangre hasta la última gota...
No niego que haya una parte de razón en todo ello. Desde mi punto de vista, sí es cierto que se podia haber hecho algo más desde los poderes publicos para frenar el alce incontrolado de los precios de la vivienda. Y que no me vengan a citar la sacrosanta "ley del mercado", pues si para algunos productos (lease tabaco, gasolina,...) sí existe un control sobre los precios, porqué no sobre la vivienda (que al fin y al cabo es un bien de primera necesidad, se mire por donde se mire)?
Las immobiliarias tambien tienen su parte de culpa al inflar los precios y, sobre todo, aprovecharse de la conyuntura para imponer clausulas leoninas en las ventas, muchas de las cuales no escritas e ilegales (me estoy refiriendo, por ejemplo, a la "obligacion" de entregar una cuantiosa parte del importe en dinero negro).
Los bancos? Cuando se trata de captar clientes, todo vale. Incluso el dar créditos a 40 años a trabajadores con el sueldo mínimo para la compra de viviendas de lujo. Pero ya se pillarán los dedos, ya verán...
Pero claro, en las novelas el culpable no siempre es el que reune todos los atributos de "malo-malísimo". Y en este caso, mucha de la culpa la tenemos que buscar en nosostros mismos, porque, ¿quien me manda a mi meterme en camisas de once varas? ¿Quien me obligaba a comprarme alegramente una casa que me iba a suponer mas del 50% de mi sueldo (y el de mi pareja) si todavia tenía un coche por pagar y unos hijos a los que alimentar? Muchas personas pedían créditos que cubriesen el 100% del importe de la vivienda y un 10% "para amueblarla". ¿Es que no sabían en que consistía un tipo de interés variable? ¿Acaso uno se compra una casa como si fuese una camiseta? Ahora nos sorprendemos, pero muchos expertos ya avisaban de lo que iba a suceder, que la bonanza no podía durar. Quizás faltó prudencia y mesura. Mis padres vivieron 30 años de alquilados antes de poder comprar una casa...
Si, cuando la música suena, todos bailan, pero cuando la fiesta se acaba...¿quién recoje las copas rotas?