“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Con esta claridad definió Arquímedes de Siracusa el principio de la palanca, una de las formulaciones propuestas por este matemático, físico, ingeniero y astrónomo griego. “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, reza en la colección matemática del Pappus de Alejandría explicando con sencillez clásica el mecanismo que, en su día, revolucionó el mundo de la física. Con toda seguridad, el inventor que gritó “Eureka” al comprender, tras un relajante baño, cómo podía deducir la densidad de un cuerpo estaría hoy satisfecho de comprobar cómo su enunciado había trascendido el mundo de la física para convertirse en una realidad, hoy ya.. virtual.
El mundo contenía la respiración ante una crisis económica que, en un mundo global, alcanzaba hasta el último punto del planeta y afectaba verdades que, hasta la fecha, parecían inmutables. Sin apenas poder asumir las cifras del desempleo galopante en la Vieja Europa, desconcertados ante el pírrico crecimiento americano, cambiando Cajas por Bancos o desvistiendo – con cuidado – el Estado del Bienestar, “el mundo” no contaba con que bastaría con un punto de apoyo para despertarle del temor apenas contenido. Y fue suficiente con que sucediera una tarde cualquiera en un país cualquiera del Magreb.. de repente, la palanca funcionó.
Túnez, Egipto, Yemen.. tal vez Marruecos.. El mundo observó perplejo cómo centenares de miles de personas pulsaban al tiempo clamando por aquello que – dicen – había hecho grande a Occidente: libertad y democracia. Fue tan sólo necesario un punto suspendido en las redes intangibles de la comunidad global virtual para que a miles de kilómetros de distancia, gentes distintas gritaran lo mismo, exigieran lo mismo, pidieran lo mismo: pan y urnas. Fue suficiente con que alguien quisiera levantar una palanca, menos densa que el cuerpo del matemático griego pero más potente que cualquier principio físico… de repente, ahí estaba.. una vez más, la inmensa lucidez de la gente que pide libertad.
Seguramente, Arquímedes contemplaría con cierto asombro cómo la “cuna de la democracia”, el continente que dio vida al ágora y lleno páginas y páginas de la Historia con conquistas sociales y políticas, mira ahora de reojo – y hasta con cierto temor - a los vecinos del sur e incluso hay quien insiste en advertir sobre el peligro “islamizante” que, por lo visto, subyace bajo los gritos en perfecto inglés de miles de jóvenes que no rezan a ningún dios, que, sencillamente, gritan “go away” a los sátrapas que hemos ayudado a mantener. Un tipo listo como el astrónomo de Siracusa, detectaría al momento que el verdadero peligro es que el único eco que encuentren los ciudadanos rebeldes sea el de quienes les venderán una “revolución religiosa” porque eso que llamamos “occidente” prefiere mantener a Mubarak “junior”, treinta años después de papá…
Francamente, queridos, después de estudiar la Revolución Francesa, convertir a Washington en un mito, adorar a Luther King, darle diez oscars a la peli sobre Ghandi, martirizarnos durante décadas con el recuerdo del “68” y repetir hasta la saciedad qué bonito fue que cayera el Muro de Berlín… o nos ponemos del lado correcto – el de la gente – en este proceso o corremos el riesgo de hacer el ridículo como en Tiananmen y, eso si, dentro de veinte años darle un Nobel a una silla vacía… Porque la palanca ha empezado a moverse y no va a parar.
El mundo contenía la respiración ante una crisis económica que, en un mundo global, alcanzaba hasta el último punto del planeta y afectaba verdades que, hasta la fecha, parecían inmutables. Sin apenas poder asumir las cifras del desempleo galopante en la Vieja Europa, desconcertados ante el pírrico crecimiento americano, cambiando Cajas por Bancos o desvistiendo – con cuidado – el Estado del Bienestar, “el mundo” no contaba con que bastaría con un punto de apoyo para despertarle del temor apenas contenido. Y fue suficiente con que sucediera una tarde cualquiera en un país cualquiera del Magreb.. de repente, la palanca funcionó.
Túnez, Egipto, Yemen.. tal vez Marruecos.. El mundo observó perplejo cómo centenares de miles de personas pulsaban al tiempo clamando por aquello que – dicen – había hecho grande a Occidente: libertad y democracia. Fue tan sólo necesario un punto suspendido en las redes intangibles de la comunidad global virtual para que a miles de kilómetros de distancia, gentes distintas gritaran lo mismo, exigieran lo mismo, pidieran lo mismo: pan y urnas. Fue suficiente con que alguien quisiera levantar una palanca, menos densa que el cuerpo del matemático griego pero más potente que cualquier principio físico… de repente, ahí estaba.. una vez más, la inmensa lucidez de la gente que pide libertad.
Seguramente, Arquímedes contemplaría con cierto asombro cómo la “cuna de la democracia”, el continente que dio vida al ágora y lleno páginas y páginas de la Historia con conquistas sociales y políticas, mira ahora de reojo – y hasta con cierto temor - a los vecinos del sur e incluso hay quien insiste en advertir sobre el peligro “islamizante” que, por lo visto, subyace bajo los gritos en perfecto inglés de miles de jóvenes que no rezan a ningún dios, que, sencillamente, gritan “go away” a los sátrapas que hemos ayudado a mantener. Un tipo listo como el astrónomo de Siracusa, detectaría al momento que el verdadero peligro es que el único eco que encuentren los ciudadanos rebeldes sea el de quienes les venderán una “revolución religiosa” porque eso que llamamos “occidente” prefiere mantener a Mubarak “junior”, treinta años después de papá…
Francamente, queridos, después de estudiar la Revolución Francesa, convertir a Washington en un mito, adorar a Luther King, darle diez oscars a la peli sobre Ghandi, martirizarnos durante décadas con el recuerdo del “68” y repetir hasta la saciedad qué bonito fue que cayera el Muro de Berlín… o nos ponemos del lado correcto – el de la gente – en este proceso o corremos el riesgo de hacer el ridículo como en Tiananmen y, eso si, dentro de veinte años darle un Nobel a una silla vacía… Porque la palanca ha empezado a moverse y no va a parar.
4 comentarios:
Tienes razón pero en "nuestro" mundo tambien... O os ponéis del lado de la gente o mejor que vayaís preparando la maleta...
Gran artigo, Mar. Compartoo ao 100%.
Muy buen artículo.
Mar te tengo que felicitar, tienes unos artículos fabulosos, el último buenísimo, se conoce que las clases de historia de la UNED te han servido. He tenido en el consejo de la UNED muchos compañeros de historia y la verdad que siempre han sido una gente muy despierta y excelentes colaboradores con al cabeza no sólo bien llena y si muy bien hecha. Qué lástima que el integrismo os ciegue y no aportéis al ser humano valores y diálogo, te lo digo después de muchos años de ver cómo el partido que nosotros aupamos en el 1982, luego traicionó sus promesas, ingresándonos en las prisiones por solicitar poder solicitar una asociación cultural y deportiva al amparo del 22 CE, y a la fecha no cumpla ni la PNL aprobada en el congreso diputados por unanimidad, es una desgracia que con tu elegancia y buena expresión sincera comulgues con los nacionalsocialistas que eliminaron la libertad y los derechos humanos de miles de guardias Civiles por solicitar poder solicitar, mi compañero y amigo Manuel Rosa estuvo nueve años preso por solicitar poder solicitar, ganó las sentencias en el TC y en EUROPA , el TEDH, 2006 condenó al gobierno del PSOE por los hechos que te relato, lástima que tengas tan buena formación y la desperdicies apoyando a los dictadores y a los que encarcelan a tus ciudadanos y no cumplen las sentencias como puedes ver en la Operación Columna que me entregó Roldán y está en internet. saludos y que tu conciencia no te impida seguir escribiendo tan elegantemente en contra de tus actos. Te seguiré leyendo.
Publicar un comentario