Hace un par de años, en plena campaña electoral de las elecciones autonómicas, un Feijoo aspirante bramaba por todas las esquinas del país contra el Presidente Touriño acusándole de todos los males del mundo mundial y, especialmente, de las cifras del paro que por aquél entonces empezaban a asomar tímidamente. Según Feijoo eran Touriño y Zapatero los únicos responsables de cada persona desempleada y en cuanto el PP alcanzara el Gobierno todo esto tendría solución en unos días – entre las vanas promesas hay que recordar aquello del Plan de choque frente a la crisis en 45 días, que ni fue plan, ni chocó, ni valió para nada..- . Llegó el uno de marzo y la victoria de Núñez Feijoo y el ya Presidente puso en marcha una estrategia de demolición de todas las medidas puestas en marcha en la anterior Legislatura, se dedicó a dar conferencias, el desempleo dobló sus datos en Galicia y, eso sí.. ahora ya no tiene la culpa Touriño, ahora la tiene sólo Zapatero.
Los datos del paro conocidos en las últimas horas ponen de manifiesto, por cuarto mes consecutivo, la inoperancia del actual Gobierno en lo que a dinamización económica y creación de empleo se refiere. No podía resultar otra cosa de una política que se limita a eliminar cualquier vestigio del anterior Gobierno, reparte los fondos de Cooperación dirigidos a la formación de desempleados con criterios estrictamente partidistas y mantiene una política industrial cuando menos errática – baste recordar el lamentable episodio del suelo para la Mitsubishi – cuando no inexistente. No hay ya planificación del suelo productivo, se redujo a la nada los fondos dedicados a I+D+i, se finiquitaron las ayudas a los sectores estratégicos y en nada quedó la reforma del IGAPE para convertirlo, de verdad, en un instrumento eficaz a la hora de impulsar proyectos que generen riqueza, valor añadido y, por tanto, empleo. Feijoo se apresuró a sacarse una foto en un intento de simular un diálogo social que, al final, los agentes sociales calificaron de vacío al comprobar el escaso peso de lo firmado a la hora de diseñar los presupuestos de la Comunidad.
Las consecuencias de esta inoperancia a la vista están; una y otra vez Galicia se traga el diferencial positivo que mantenía con respecto al resto de las comunidades autónomas y genera un desempleo impropio de una Comunidad cuyo porcentaje de población activa y pirámide demográfica están en las antípodas de aquellas que presentan las ratios de paro más elevadas y cuya dependencia de sectores como el inmobiliario ha sido ciertamente escasa, comparada con otros lugares del Estado. Galicia es una comunidad envejecida, poco dinámica demográficamente y con una diversificación de sectores productivos bien distinta a la de Levante, el Sur, Cataluña o Madrid; por tanto precisa soluciones específicas y políticas activas dirigidas a estimular aquellos sectores productivos que pueden impulsar su economía. Precisa, también, un Gobierno firme, dedicado a poner en marcha soluciones y no a escurrir el bulto y un Presidente que, de verdad, quiera dedicarse a la tarea y ponga fin a la incompetencia de un Ejecutivo que se ha convertido en una máquina de producir parados. Estos son sus desempleados, señor Feijoo. No lo olvide.
Los datos del paro conocidos en las últimas horas ponen de manifiesto, por cuarto mes consecutivo, la inoperancia del actual Gobierno en lo que a dinamización económica y creación de empleo se refiere. No podía resultar otra cosa de una política que se limita a eliminar cualquier vestigio del anterior Gobierno, reparte los fondos de Cooperación dirigidos a la formación de desempleados con criterios estrictamente partidistas y mantiene una política industrial cuando menos errática – baste recordar el lamentable episodio del suelo para la Mitsubishi – cuando no inexistente. No hay ya planificación del suelo productivo, se redujo a la nada los fondos dedicados a I+D+i, se finiquitaron las ayudas a los sectores estratégicos y en nada quedó la reforma del IGAPE para convertirlo, de verdad, en un instrumento eficaz a la hora de impulsar proyectos que generen riqueza, valor añadido y, por tanto, empleo. Feijoo se apresuró a sacarse una foto en un intento de simular un diálogo social que, al final, los agentes sociales calificaron de vacío al comprobar el escaso peso de lo firmado a la hora de diseñar los presupuestos de la Comunidad.
Las consecuencias de esta inoperancia a la vista están; una y otra vez Galicia se traga el diferencial positivo que mantenía con respecto al resto de las comunidades autónomas y genera un desempleo impropio de una Comunidad cuyo porcentaje de población activa y pirámide demográfica están en las antípodas de aquellas que presentan las ratios de paro más elevadas y cuya dependencia de sectores como el inmobiliario ha sido ciertamente escasa, comparada con otros lugares del Estado. Galicia es una comunidad envejecida, poco dinámica demográficamente y con una diversificación de sectores productivos bien distinta a la de Levante, el Sur, Cataluña o Madrid; por tanto precisa soluciones específicas y políticas activas dirigidas a estimular aquellos sectores productivos que pueden impulsar su economía. Precisa, también, un Gobierno firme, dedicado a poner en marcha soluciones y no a escurrir el bulto y un Presidente que, de verdad, quiera dedicarse a la tarea y ponga fin a la incompetencia de un Ejecutivo que se ha convertido en una máquina de producir parados. Estos son sus desempleados, señor Feijoo. No lo olvide.
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