miércoles, 13 de enero de 2010

HAITÍ



Cuando apenas faltaban unos minutos para las cinco de la tarde de un martes cualquiera, los veintiocho mil kilómetros cuadrados de esta paupérrima y miserable parte de nuestro mundo, se encogieron como el papel, se arrugaron y rugieron.. Las placas tectónicas del Caribe y Norteamérica, en permanente movimiento, como hoy nos explicaban los geólogos, se rozaron en una terrible danza que arrasó, en apenas unos minutos, el país más pobre de América.

La tierra se abrió súbitamente y la muerte halló de nuevo acomodo en esta esquina de La Española. Haití se desangra sin tiempo material para atender a los miles de heridos, sin horas para atender los gritos ocultos por las toneladas de escombros y polvo en que se ha convertido Puerto Príncipe… Niños y ancianos, cooperantes y militares de la ONU, diplomáticos y pobres de solemnidad.. La tierra se los tragó sin distinguir méritos y el amasijo de piedras en que se ha convertido el Palacio presidencial nos recuerda que hay veces en que ni el poder es capaz de resguardarse de la tragedia.

Haití, el tercio occidental de aquella isla bautizada por Colón un 5 de diciembre de 1492, objetivo ansiado de las potencias europeas, país de bucaneros y filibusteros, el país en que los esclavos se liberaron por primera vez en la historia, se convirtió con los años en sinónimo de pobreza e inestabilidad, de revueltas, golpes militares y miseria. Dicen que empezaba a resurgir y que había datos que indicaban que el desorden y el analfabetismo estaba cambiando poco a poco; que tal vez en unos años Haití se convertiría en un nuevo y exclusivo destino turístico, tal y como pregonan sus escasos folletos promocionales. La tierra ha sepultado miles de vidas y la esperanza de un país entero.

Como el dolor de los pobres nunca parece suficiente, el terremoto enterró también a la pediatra brasileña Zilda Arns, fundadora de la Pastoral de la Infancia y una de las luchadoras más infatigables a favor de la infancia desfavorecida… Un amigo me comentaba esta tarde cómo el país del vudú, de los hombres y mujeres danzando con los ojos en blanco, nos muestra hoy las fotos de los mismos ojos que miran fijamente, con el blanco del horror y la muerte y los gritos de dolor sustituyen al monótono ritual de la santería… El kompa no suena ya en Puerto Príncipe.

1 comentario:

Pablo Franco dijo...

Creo que desde aquí, desde nuestros ojos occidentales somos incapaces de captar la enorme magnitud de esta desgracia. Se empieza a hablar de 100.000 muertos y si no se pone remedio serán muchos más. Han muerto incluso muchos de los que serían responsables de coordinar el salvamento. El jefe de la misión de la OMS en Haití, su número dos.. Las estructuras de toma de decisiones han quedado descabezadas, por lo que no hay nadie que tome decisiones y organice los rescates. Es un país fantasma con gente tirada en los parques porque no saben a donde ir o por donde escapar. Se parece más a una escena de Terminator tras un ataque de las máquinas que a una situación real en nuestros días.

En fin, Mar, los que tenéis alguna responsabilidad política, por favor, haced algo por ellos, concienciar a nuestra población de que ayude, dadle voz a los sin voz.