Si un extratrerrestre se pasase esta mañana por los
kioscos –o por las webs- en busca de la noticia del dia y leyese las portadas
de la prensa conservadora, se haría de inmediato dos preguntas. La primera,
cómo es que no se ven manifestaciones de júbilo por las calles, banderas
ondeantes y muchedumbres satisfechas tras la lluvia de millones de eurazos que
le cayó a este país ayer… “a cambio de nada”. La segunda sería por qué tamaño
éxito económico e internaiconal no fue anunciado por el Presidente del Gobierno
y sí por uno de sus Ministros con un rictus más cercano a la histeria que a la
felicidad.
La respuesta a ambas preguntas reside en la intrahistoria
de este país y en cómo el Gobienro actual se ha conducido desde su triunfo en
el pasdo noviembre y, de manera especial, en las dos últimas semanas. El PP
consiguió una mayoría absoluta a lomos de una crisis de intensidad y
consecuencias desconocidas y lo hicieron convencidos de que la desaparición de
Zapatero, la contundencia de la victoria electoral y la supuesta solvencia de
Rajoy y su equipo económico bastarían para mejorar la situación. De paso, la
derecha se apresuró a poner en marcha reformas de carácter liberal en aquellos
sistemas públicos que, como la sanidad y la educación, han estad siempre en su
punto de mira. La crisis iba a permitirles, al fin, llevar su ideario a cabo,
sin apenas rsistencia ciudadana.
Nada más lejos de la realidad.. Superado el momento de
los besos y las bienvenidas, Alemania ha vuelto a contemplar, impasible, cómo
el desastre se cierne sobre el proyecto europeo, pero al señora Merckel no
variará su hoja de ruta. Rajoy se empeñó en esconder los presupuestos,
remolonear por el continente adelante, gestionar el estallido de Bankia de la peor
manera posible y esta última semana ha sido la guinda de todas las estupideces:
cifras que bailaban en decenas de miles de millones de euros, Ministros
desmintiéndose unos a otros y la sensación de que no hay nadie al frente del
país.
El rescate de la banca española ha sido el momento más
difícil de nuestra democracia, en términos económicos y sociales. Cien mil
millones de euros que irán a cubrir los activos de Cajas y Bancos pero que,
pese a la negativa oficial, tendrán consecuencias inmediatas en el conjunto de
la sociedad: sobre los impuestos, el IVA y el gasto social y, evidentemente,
sobre el déficit. La crisis, que empezó siendo financiera, lo es hoy más que
nunca. Tras dos años dándole palos a los
sistemas públicos y hablando del déficit del Estado como el causante de todos
los males, al final son los activos bancarios y la deuda privada los
indicadores principales del desastre. Y en este momento en le que la
certidumbre y la confianza son esenciales, Rajoy eligió esconderse.
Ayer fue De Guindos el elegido para poner el corolario a
la semana de despropósitos. El Ministro explicó que no era un recate, sino un
préstamo sumamente ventajoso para nuestras finanzas. Como era previsible su
tesis sólo fue seguida por el pelotón de incondicionales mientras la prensa de
toda Europa y de buena parte del mundo nos llevaba a sus portadas resaltando,
de paso, la incomparecencia de Rajoy. Porque en medio de la tormenta, el día
más complicado de nuestra historia reciente, el Presidente del Gobierno decidió
dar la espantada, una vez más..
Mariano Rajoy,
alérgico a dar explicaciones, protagonizó ayer el episodio más lamentable de
los últimos años; de nuevo eligió escapar en lugar de dar la cara. Mientras la
ira invadía las redes sociales, la prensa afín se afanaba en excusas a cuál más
peregrina: no salía para evitar el pánico, quería dar confianza (¿?¿) o, los
más, elegían culpar “a su entorno”, obviando que un Presidente que no comparece
en un día como ayer, quizás es porque no merezca serlo. Rajoy habló al fin esta
mañana, minutos antes de subirse al avión que le llevó a Polonia, a ver un
partido de fútbol de la Selección… Habló de una “línea de crédito”, de que
había sido un éxito y de cuánto sentía perderse el tenis.. Da igual. Desde ayer
él sabe, nosotros sabemos, el país sabe - todos sabemos- que el Presidente dejó
de serlo.
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