sábado, 2 de abril de 2011

NO ESTAMOS TAN MAL..


Era una tarde soleada del mes de julio del 2000 cuando las cámaras de CNN+ retransmitían en directo el resultado del XXXV Congreso del PSOE en el que por nueve votos de diferencia salía elegido como Secretario General un joven diputado leonés, José Luis Rodriguez Zapatero, líder de Nueva Vía y llamado a protagonizar la segunda gran época de éxitos del socialismo español en la restauración democrática y a promover el mayor avance social y en derechos civiles de nuestra historia. El ajustado resultado era prueba de la división interna que el socialismo vivía en aquellos momentos y la victoria fruto de un concienzudo trabajo de meses en los que el equipo de confianza de Zapatero – en especial Pepe Blanco- recorrió todas las federaciones para conseguir apoyos bajo una premisa que jamás abandonarán: la nueva Ejecutiva se aplicará en la unidad del Partido y no caerán en la tentación de someter a las enfrentadas familias a una razzia que a nadie beneficiaría.


Zapatero alcanza la victoria aprovechando la ilusión de miles de militantes que ansían el relevo generacional y recogiendo los votos del llamado “guerrismo”, dispuesto a cortar el paso a uno de los iconos del sector “renovador”, Pepe Bono. Desde el principio, la nueva Ejecutiva demuestra su voluntad de que este cambio en las personas no conlleve una ruptura; de hecho, la presencia de Chaves, Rubalcaba y posteriormente Bono en puestos destacados simbolizarán la decisión del Secretario General de incorporar al relevo la legitimidad histórica que otorga el pasado. Aún así, los inicios no fueron sencillos; Zapatero recibió toda clase de críticas, desde los adversarios y desde el establishment del Partido, poco dispuesto a dejarse arrebatar la influencia: Zapatero era un blando, por ofrecer pactos al Gobierno de Aznar; no tenía carisma, hacía propuestas frívolas y jamás sería Felipe..


Sin embargo el nuevo equipo inicia una renovación extensa en todos los ámbitos. Blanco compone un engranaje en Organización que convertirá, en poco tiempo, al PSOE en el Partido más moderno de España - comunicación, tecnologías, formación de candidatos, información a las federaciones- y el 2003 les trae la primera gran victoria: el socialismo es la fuerza mayoritaria en los municipios y Zapatero elige para simbolizar este hito a un reconocido guerrista que en el XXXV Congreso había apostado por BON, Francisco Vázquez. De nuevo el Secretario General elige dotar de cohesión y unidad al proyecto. Un año después con la victoria en las Generales, se inicia una Legislatura que será inolvidable para el avance de las políticas sociales y los derechos civiles. El Zapatero de la igualdad, las políticas de género, la dependencia, la Cooperación Internacional, los derechos LGTB, la oficialización del lenguaje de signos, las pensiones y la modernización del país resiste a la presión insistente – y a menudo irresponsable – de la derecha política y mediática que nunca habrá de perdonarle su victoria en marzo de 2004.


Al Zapatero victorioso, todo se le alababa en el PSOE. Convertido en adalid de la participación de la militancia, nadie le reprochó la eliminación de las Primarias en 2007 y convencido de las bondades del Estado de las Autonomías, pocos le pusieron pegas a trasladar al debate nacional cuestiones territoriales que luego han tenido un inusitado protagonismo, como la reforma del Estatut. Al Zapatero de la hiel y la crisis, casi nada le perdonaron los mismos; le llamaron autoritario por apoyar a Trinidad Jiménez, quienes cuatro años antes no echaron de menos las Primarias; acusaron de eliminar el Ministerio de Igualdad al Presidente que nombró la primera Vicepresidenta del Gobierno de la historia y el que decidió poner en manos de mujeres la Economía, la Defensa y la Diplomacia españolas. A Zapatero le acusaron de improvisar en una crisis por nadie prevista y en la que cada día varían las previsiones de los organismos más prestigiosos; a Zapatero le acusaron de recortar los derechos sociales, hasta aquellos que jamás han creído en dichos derechos. En el fondo a Zapatero jamás le han perdonado haber negado la crisis económica, probablemente porque los ciudadanos necesitaron, en este proceso, hacer pagar a alguien el malestar social y las dificultades económicas, y ese alguien es quien gobierna.


Hoy el Secretario General ha anunciado que no volverá a ser candidato, que habrá Primarias, que quien le suceda lo hará desde el respaldo y la legitimidad de las urnas internas y que agotará la Legislatura porque su único objetivo es seguir llevando a cabo las reformas imprescindibles para que España sobreviva en las mejores condiciones a la peor crisis de la historia contemporánea. Dentro de diez años, cuando la recesión sea un mal recuerdo, un Informe Semanal (hay cosas que no cambian) nos devolverá - revalorizada - la figura de un gran Presidente, de un diputado de provincias que con un look claramente mejorable dijo aquello de “no estamos tan mal..”. Recordaremos, entonces, la Ley de dependencia, cuando decir “gay” era decir menos derechos, la legislación de los autónomos, los incrementos de las pensiones, el impulso a las políticas de género, la retirada de las tropas de Irak, las becas, el “no nos falles”, la modernización de España, la magnífica gestión contra el terrorismo –a pesar de la ruptura de la tregua - , la mejora en la seguridad vial, las becas, las escuelas infantiles… Hoy, dos de abril, “no estamos tan mal”. Zapatero anuncia que se irá como llegó: confiando en la fortaleza del PSOE, en la responsabilidad de la militancia y asumiendo, como siempre lo ha hecho, su responsabilidad, como Secretario General pilotando al Partido hasta el Congreso Federal que se realizará después de las Generales y como Presidente del Gobierno de España, completando las reformas que nos permitan salir de esta crisis y asegure la sostenibilidad de nuestros preciados servicios públicos. Hoy, Zapatero, tampoco nos falló.

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