La sonrisa triste de Minhaj y sus inmensos ojos oscuros se cuelan en medio de la vorágine electoral y de las inquietantes noticias de una Europa que languidece antes de haber despegado del todo. Minhaj se nos apareció un día, envuelto en sus pobres pellejos, poniéndole una vez más cara a la miseria; pero en medio de tanta indignación del primer mundo, la miseria de siempre tiene poco espacio y enseguida lo guardamos en el baúl de las imágenes tantas veces contempladas como olvidadas.
Esta mañana Minhaj se abrió, de nuevo, hueco entre nuestros tormentos. Entre una Grecia convulsa, un Berlusconi tambaleante y gráficos amenazantes que, a fuerza de repetirse, han dejado de interesarnos. Minhaj sobrevivió – de momento- a la miseria que ni cotiza ni se desploma, porque se mantiene inalterable desde hace décadas. Sobrevivió a la enésima hambruna mal resuelta e incapaz de reservarse sus treinta segundos en un Telediario que no da abasto con las malas noticias. Antes el hambre aún tenía su minuto de gloria; ahora, sólo hay lugar para nuestras quejas y nuestras hipotecas.
Convendría, en esta catarsis continuada que vive la maltrecha Europa, no olvidar que los Minhaj que en el mundo han sido dependen también des este viejo continente que un día fue capaz de convertir su mala conciencia colonizadora en cooperación. El hambre tuvo su primera respuesta en Europa, y su primer teórico en Gunnar Myrdal, Nobel de Economía del 74, asesor del Gobierno socialdemócrata sueco y redactor, por cierto, de algunos trabajos de enorme interés defendiendo la reducción del déficit público. La izquierda europea impulsó la Cooperación al Desarrollo entendiendo que sólo desde el empoderamiento de las economías locales había remedio para el hambre. Desde entonces se han mezclado triunfos modestos - como el auge de los microcréditos- con sonoros fracasos, el último el de la fallida reconstrucción de Haití.
Es precisamente este último ejemplo, el del fracaso en la recuperación del país centroamericano, a pesar de las reuniones de donantes y del aparente torrente de financiación, el que nos obliga a no obviar las tareas pendientes con los países en desarrollo en este momento de urgencia del primer mundo. Nuestras emergencias no pueden engañarnos: la recuperación de la economía de los prósperos no basta; la indignación no puede circunscribirse a nuestro ombligo o el de nuestros vecinos sino que debe traspasar las prósperas fronteras occidentales para clamar también por la miseria de los que ni indignación tienen.
Europa no puede obviar el debate sobre el desarrollo de los países más pobres. La existencia de un puñado de llamados “emergentes” no puede ocultar que tras ese éxito se esconde una sociedad civil sin apenas derechos y un mercado laboral completamente injusto. A mayores, este progreso económico se limita a un puñado de ejemplos que difícilmente seguirán Estados sin estructura institucional ni infraestructura material alguna. Para que un país salga del subdesarrollo es imprescindible dotarle de cierta solvencia institucional y democrática; es posible que una sociedad subsista sin gobierno si puede apoyarse en estructuras institucionales regionales o supraestatales sólidas –caso de Bélgica- o si la fortaleza de su tejido social sustituye la legítima gobernanza –por ejemplo Italia- , pero es imposible la recomposición social y/o económica de un país que carece de todo ello, como demuestran los casos de Haití o el cuerno de África.
En cualquier caso, la pobreza no puede desaparecer de la agenda política europea. Si lo hace la Cooperación pasará a mejor vida y la esperanza de modernización, desarrollo y democratización de millones de personas habrá desaparecido. Y la sonrisa de Minhaj habrá sido sólo un breve paréntesis capaz, eso sí, de reconfortarnos lo suficiente como para olvidar el rostro estirado y burlón de Berlusconi.
3 comentarios:
Me ha gustado mucho esta entrada. Y más aún por la imagen de cabecera, la cual vi el otro día en la prensa digital. Aunque en algunos medios, la segunda imagen era otra y mostraba al superviviente esbozando una sonrisa alegre. Y al ver esa imagen lo primero que me pregunté es algo que me suelo preguntar cada vez que veo una foto de similares características: Qué puede haber más valioso que la sonrisa de un niño?
Esta es una pregunta a la que a día de hoy no he encontrado respuesta. Ni quiero. Ni creo que exista.
Me gusta lo que comentas y estoy de acuerdo totalmente con ello.
Y creo que uno de los pasos que Europa (como viejo continente cuna del pensamiento político, del razonamiento y del humanismo) tiene que dar, y ser valiente a la hora de hacerlo, es promover el perdón de la deuda africana. Y tiene que presionar para ello aunque algunos en el otro lado del charco no estén de acuerdo.
No es de recibo, y me parece algo totalmente inmoral y carente de principios éticos, que un continente que colonizamos, exclavizamos, expoliamos, y usamos sus recursos hasta casi agotarlos, aún encima nos deba dinero.
Somos nosotros, Europa, América, el resto del mundo, quienes estamos en deuda con África. Y somos nosotros quienes, si de verdad existe la justicia, debemos pensar en pedir perdón (e incluso suplicar clemencia) a todo el continente africano por lo que le hemos hecho a lo largo de la historia.
LOS votantes no incondicionales de uno de los dos grandes partidos lo admitirán: el PSOE ha hecho méritos sobrados para salir del Gobierno y el PP ninguno para alcanzarlo. El domingo próximo tienen la ocasión de mandarlos a parar.
La racionalidad democrática aconseja que los socialistas no repitan mandato. Cometieron un error garrafal en el reconocimiento y enfoque de la crisis, por lo que sería de masoquistas habilitarlos para que lo repitan. Ese es el precio que deben pagar porque el señor Zapatero no adelantó las elecciones, como debió hacer cuando supo la que se nos venía encima: en 2008 recibiera la confianza del electorado para gestionar una época de vacas gordas, no una de vacas muy flacas y con pulgas.
Por su parte, el PP incumplió gravemente sus obligaciones con el país: en vez de acordar con el Gobierno una política común para afrontar los daños de la crisis y dar una imagen de unidad hacia fuera, prefirió esperar a que se desplomara la economía y el descontento social acabaran con el enemigo. Carece de todo crédito una alternativa que se limitó a denunciar la situación en tonos catastrofistas, y a sembrar la desmoralización general. Ni se molestaron en presentar una moción de censura.
Con las cosas como están, el resultado deseable para el domingo sería uno que obligara a los dos partidos a formar una coalición de gobierno lo más amplia posible para abordar juntos la dura etapa que se avecina. Pero la polarización a que han llevado los partidos a sus enfervorizadas clientelas lo torna muy improbable.
Si por ventura se diera, don Alfredo y don Mariano tendrían que salir de la escena y dejar paso a nuevas caras. Ahí os quisiera ver escopetas.
Os grandes partidos de goberno en España, en concreto PP, PSOE e CIU, aínda que dan a aparencia de estar enfrontados nas Cortes, o Senado e os medios de comunicación, acaban póndose de acordo para tomar decisións transcendentais en contra dos cidadáns, pondo os seus propios ideais e intereses por encima dos daqueles que lles votaron.
Exemplos diso son a Lei Sinde, os escándalos de corrupción na Comunidade Valenciana e Andalucía entre outros, os recortes en educación e sanidade da Comunidade de Madrid e Cataluña ou, peor, a reforma do artigo 135 da Constitución sen contar co referendo dos cidadáns.
Aínda que é evidente que a nosa democracia necesita unha revisión en profundidade, está claro que a nosa clase gobernante non está disposta a facer eses cambios. Con todo, a cidadanía española xa se mobilizou en favor do cambio. Proba diso son movementos como o 15M, onde se acordaron os seguintes puntos imprescindibles para o cambio real do sistema:
1.Reforma electoral encamiñada a unha democracia máis representativa e de proporcionalidade real e co obxectivo adicional de desenvolver mecanismos efectivos de participación cidadá.
2.Loita contra a corrupción mediante normas orientadas a unha total transparencia política.
3.Separación efectiva dos poderes públicos.
4.Creación de mecanismos de control cidadán para a esixencia efectiva de responsabilidade política.
A nosa lexislación electoral vixente non fai diferenza entre abstención activa ou pasiva, e para todos os efectos os votos nulos contan exactamente para o mesmo: nada. A Lei D?Hont, que regula o xeito de distribuír os escanos, establece un listón electoral do 3%, eliminando os votos dos cidadáns de cada provincia, ata aínda que a nivel nacional si se chegase a ese límite, e destruíndo o dereito a representación deses cidadáns. Os votos en branco só serven para dificultar aínda máis ás formacións máis pequenas chegar a esa porcentaxe mínima, facilitando xa que logo a situación actual, na que PP e PSOE controlan o 92% do Congreso.
O único xeito de cambiar iso é, xa que logo, utilizando o teu voto para contrarrestar os votos do bipartidismo. Non é o noso obxectivo dicirche a que partido votar, pero si espertar a túa conciencia, xa que é o teu deber como cidadán informarche de que existen alternativas que si defenden o consenso de mínimos.
Por iso, a PP, PSOE e CIU, non lles votes. Vota a outros.
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