viernes, 10 de diciembre de 2010

DOPAJE


Cuando en la tarde-noche de verano barcelonés, Fermín Cacho enfilaba los últimos metros del anillo olímpico, brazos en alto, una joven palentina apuraba su preparación para convertirse, en pocos años, en el relevo de Cacho como símbolo del atletismo español. Marta Domínguez, la atleta de la sonrisa eterna, la enjuta luchadora que no tenía cuerpo para ser policía pero le sobraban fuerzas para correr los cinco mil, es hija de aquella generación criada al calor del éxito del 92 y de la pasión por el medio fondo que siempre se sintió en nuestro país.


Un año después de la exitosa olimpiada, la joven palentina se convertía en Campeona europea júnior en la distancia de 1.500, modalidad que abandonaría poco después, consciente de que su físico y su velocidad se adaptaban mejor al fondo. Desde entonces la vimos progresar, vencer y convertirse en el símbolo de los éxitos del atletismo femenino y en la cara más reconocible del olimpismo español. Edmonton, Múnich, Viena, París.. Marta paseó su zancada alegre por las pistas de medio mundo, convirtiendo cada carrera en un momento memorable y recuperándose de cada decepción – como los JJ.OO de Pekín – con un nuevo triunfo – Mundiales de Berlín – y un nuevo reto: el actual, convertirse en la mejor en los 3000 obstáculos.


Cuando Marta cambió a su entrenador de siempre por César Pérez, los rumores no cesaron en el mundillo de la élite del atletismo español, pero los rumores no son más que eso, chismorreos. La detención de la atleta palentina, de su entrenador y de Manuel Pascua Piqueras – un auténtico símbolo en el deporte español – han conmocionado al conjunto de la sociedad y, naturalmente, han reavivado los comentarios más o menos maliciosos. Ante una operación semejante, sólo cabe esperar con prudencia las conclusiones de la investigación y juzgar cuando tengamos todos los elementos para ello. Mientras tanto, quienes amamos el atletismo sólo podemos desear que, por una vez, la Guardia Civil se equivoque, los Reyes Magos existan y en poco tiempo volvamos a emocionarnos con la sonrisa eterna de Marta.

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