Con la crisis – de nuevo- como disculpa y la desafección
ciudadana por la política como coartada, Feijoo anuncia una Reforma de la Ley
Electoral gallega, sin acuerdo previo con la oposición y advirtiendo que lo
hará “quieran o no quieran las restantes fuerzas políticas”. El Presidente de
la Xunta ha esgrimido, como no, la tan traída y llevada austeridad y le ha
puesto cifra al ahorro: un millón de euros. Ese es, según Feijoo, el ahorro que
se conseguiría al disminuir el número de parlamentarios de los 75 actuales
hasta 61.
Además, para evitar malos pensamientos, Feijoo ya anuncia
que “no cambiará nada más para no modificar las reglas del juego”. O sea, serán
61 pero manteniendo las 4 circunscripciones y el mínimo actual por provincia: 10. Los demás se distribuirán en
función de la población.. Vamos, todo muy bonito, muy democrático y muy
austero.. Lástima que, si uno examina un poquito más de cerca la “Reforma”
acaba dándose cuenta de que el verdadero objetivo de Núñez Feijoo no es el
ahorro sino garantizarse la mayoría absoluta que tiene –dicen- en el alero, restando
representatividad a las provincias más pobladas – Coruña y Pontevedra- y
haciendo que ganen peso sus tradicionales feudos, Lugo y Ourense.
Efectivamente, Feijoo propone un Parlamento autonómico de
61 diputados, con 4 circunscripciones – una por provincia- en que cada una
tenga un mínimo de 10 diputados – en total, 40- y los restantes – 21- se repartan por población. Resultado: disminuye
la importancia del peso poblacional y cada diputado lucense “costará” poco más
de 27 mil votos mientras para elegir un representante en Coruña harán falta
60.374 votos. Vamos, que el voto de un coruñés valdrá menos de la mitad y, una
vez más, perderá representatividad.
Dicho de otra manera, el ahorro se produce a base de quitarle representantes e
influencia a las provincias más pobladas, donde el PP se teme peor resultado…
En realidad la idea no es nueva. Fraga diseñó una Ley
Electoral a imagen y semejanza de su partido y de sus necesidades: elevó hasta
el 5% el mínimo de representatividad para blindar el tripartidismo en la Cámara
–situación que le favorecía- , vetó la presencia de los alcaldes en el
Parlamento para impedir el acceso al mismo de las figuras que podían hacerle
sombra – desde Paco Vázquez a algunos de su propio partido- y redujo el peso de
las provincias más pobladas para potenciar la de aquellos lugares que le eran
más propicios. Feijoo, pues, sigue los pasos de su maestro y da una vuelta de
tuerca más a la pérdida de peso e importancia de Coruña y Pontevedra en la
Cámara gallega y, por tanto, en la toma de decisiones políticas. Si plantear
una Reforma electoral sin consenso apenas cuatro meses antes del final de la
Legislatura es poco democrático, hacerlo en estos términos y con este objetivo
sólo puede llamarse de una manera: PUCHERAZO.